El mismo hecho que en este momento estés leyendo este artículo, no es una coincidencia. Lo llamamos coincidencia, casualidad, destino, suerte, entre otros términos, a lo que simplemente atraemos nosotros mismos.
Somos un imán, porque atraemos lo que somos, lo que sentimos, lo que pensamos, lo que vibramos.
Caminamos hacia lugares, personas y eventos que tienen una razón especifica atrás del encuentro. Todo lo que vivimos y experimentamos, es para nuestro crecimiento espiritual. Nunca estamos en el lugar equivocado, aunque nos sintamos incómodos. Nadie se cruza en nuestro camino por casualidad, así sea su estadía temporal o definitiva. Todo tiene su propósito y atrás de cada vivencia hay un aprendizaje profundo para nosotros.
Muchas veces no entendemos la razón de lo que atravesamos y frecuentemente nos preguntamos: “¿Por qué me pasa esto?” Es mejor preguntarnos: “¿Para qué me pasa esto?”.
Debemos comprender que la razón de las coincidencias no viene del evento en sí, sino de nosotros mismos. Somos nosotros quienes damos significado a los acontecimientos de nuestras vidas y lo hacemos a través de la intención. Cuando vemos a cada evento de nuestra vida como una oportunidad, es entonces cuando entendemos su verdadero significado. Todas las respuestas están en nuestro interior.